5 de enero de 2012

San Pedro de la Calabaza. Poás al desnudo.

La gente de Poás tiene algo particular que no he observado en ninguna otra comunidad conocida. El primer contacto con los poaseños fue en la terminal de buses de Grecia, allí pude constatar los rumores de que era una comunidad simple, sencilla y amable. No sé cómo es que todavía se conserva ese don de gente, la amabilidad es una cultura y el respeto por lo ajeno se hace vivir en cada rincón de este pequeño pero confortable cantón. 

La primera ermita se construyó en 1837, en el paraje que se denominaba San Pedro de la Calabaza. Durante el episcopado de monseñor don Joaquín Anselmo Llorente y Lafuente, primer obispo de Costa Rica en el año 1862, se erigió la parroquia, dedicada a San Pedro. En 1888, se inició la construcción de la iglesia actual, la cual en este momento es sufragánea de la diócesis de Alajuela, de la provincia eclesiástica de Costa Rica.

El nombre del cantón según una versión popular, se debe a que en el lugar donde se originó el poblado, se conoció, en un principio, como el sitio de Púas, debido a la existencia en el mismo de gran cantidad de plantas de mora, que tienen muchas púas; voz que evolucionó a Poás.
 
Ademar, fue mi primer expositor poco claro de lo que era la gente de Poás. Tal vez porque aún no había tenido un contacto más cercano con ellos. El es un militante del BP y sus explicaciones eran suficiente para formar una leve idea de los que era Poás.

La primera vez que visité Poas, fue un domingo como a las 10 o 11 de la mañana cuando decidí rápidamente dejar el apartamento griego y tomar el primer bus que me llevara a tal comunidad. La pregunta era como llegar a ese pueblo desconocido cuando apenas tenía la noción de lo que era Grecia y su alrededores.

Ansioso y apresurado una vez en el punto de partida, pregunto en la terminal de buses y de inmediato obtuve información de la ruta y del bus que me llevaría a topar con mi destino. Nadie me hablo. Solo veía por la ventana a cada casa y a cada joven, mujer o hombre que se topara en nuestro camino.

Una vez allí, en el final del camino, la aventura comenzaría por acabar a unos 200 mts al sur, justamente donde se encontraba el nuevo lugar de trabajo. No era el lugar lo que me inquietaba sino lo que viviría y el cómo haría para adaptarme lo más rápidamente posible a la actividad bancaria regional. La confianza y la seguridad de saber manejar la situación me inspiraron aires de grandeza, máxime cuando acababa de recibir la noticia de haber logrado la propiedad.

Ahora todo es más fácil, conozco a más gente y la gente me conoce a mí. Ha sido un lugar tranquilo para vivir y el clima me ha gustado mucho. Eso porque es muy parecido al clima del lugar donde crecí llamado San Pedro de San Ramón. Aquí tengo bares, comida, apartamento, miradores, compañeros, y hasta un volcán.

Pero sinceramente, apenas estoy aprendiendo cómo es la vida para un poaseño adoptado.




Fuente para datos historicos: InfCantones de Costa Rica